Los debuts cinematográficos de Zoé Wittock (Bélgica) y Matías Ganz (Uruguay) interpelan la sociedad contemporánea desde la fantasía y el humor negro. Míralas en elekran.com
La muerte de un perro de Matías Ganz
Por Jaro Adrianzén
@jaro1096
Del amor imposible al desprecio irracional. Puntos de partida de dos de las refrescantes óperas primas que se encontraron en la XI Edición del Festival de Cine Al Este: “Jumbo” y “La muerte de un perro”.
JUMBO – Mírala aquí hasta el domingo 18 de octubre
Dirigida por la cineasta belga Zoé Wittock, la francesa “Jumbo” alcanza sus mejores momentos gracias a los riesgos que toma: centrarse en la historia de amor/fascinación que vive una joven solitaria junto con el juego mecánico de un parque de diversiones. Premisa que va de lleno hacia el más libre de los amores. E inspirada en la historia real de una mujer que se casó con la Torre Eiffel.
Jeanne (Noémie Merlant, de “Retrato de una mujer en llamas”) rehúye de casi toda compañía humana. Se siente más cómoda a solas frente al metal que conversando con sus pares. Por eso su primer encuentro con Jumbo, la flamante nueva atracción del parque, es fascinante: las luces de la máquina, movida por alguna fuerza invisible, la cautivan como alguna vez lo hicieron las naves espaciales al grupo de científicos de “Encuentros cercanos de tercer tipo” (1997). La comunicación mediante las luces multicolor vuelve a ser la puerta de entrada a lo desconocido.
Wittock prescinde de mostrar el pasado o algún boceto del perfil psicológico de Jeanne. Prefiere conducirse a través de las emociones. A través de la mirada y las sensaciones de la protagonista. Desde esa perspectiva la película encuentra sus puntos más altos.
LA MUERTE DE UN PERRO – Mírala aquí hasta el viernes 16 de octubre
La de Matías Ganz es una película que conjuga con destreza la sátira social con el suspenso. Sus intenciones son declaradas desde los primeros minutos: En casa, Sylvia (Pelusa Vidal) desconfía tanto de los que tocan la puerta a pedir limosna como de la muchacha que trabaja en casa. Mientras, en la calle, una mujer pasea a su perro y da media vuelta cuando ve a un indigente escarbando en la basura.
Más adelante, Mario (espléndido Guillermo Arengo), esposo de Sylvia, tiene un percance con un paciente de su veterinaria. Y Ganz, de a pocos, explora con delicia la dualidad del título, recurriendo a las herramientas del suspenso para sostener un relato que genera más preguntas de las que pretende responder (enhorabuena): ¿Quiénes son los ‘perros’ de esta ficción que parece realidad? ¿Por la muerte de quién -natural o provocada, eso es lo de menos- reclamarán justicia con más ladridos los tribunales de redes sociales? ¿Qué vida, a fin de cuentas, es la que más importa en estos tiempos?
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